sábado, 13 de junio de 2015

Marca páginas

Pasar página es el consejo más desaconsejable que se le puede dar a una persona. Al menos, expresado de esa manera.

Hay páginas que te gustaría seguir explorando toda la vida, descubriendo sus bellos pasajes. Hay páginas que te enamoraron con una sola hojeada y otras que leíste lo más rápido posible. Hay páginas que desearías enmarcar y exponer orgulloso para que todo el mundo las viera y, sobre todo, para no perderlas de vista nunca. Hay páginas donde el escritor estaba poco inspirado y tú bastante desesperado. Hay páginas compuestas por miles de palabras extrañas que acabaron convirtiéndose en tu vocabulario. Hay páginas en blanco que se te hicieron largas. Hay páginas que podrías recitar de memoria pero que nunca sonarán como la primera vez. Hay páginas amarillentas escritas en pretérito imperfecto donde creías que había futuro. Hay todo tipo de páginas, pero todas tienen una cosa en común: el lector no es el que decide cuándo acaban.

¿Acaso pasar una página cambia el libro?

Como humilde lector miope, ya te digo yo que no.

Tus principios los marca únicamente tu moralidad, tus nudos sólo deberían estar en el estómago y tus fines justifican tus medios.

De ahí que mi consejo sea un poco diferente: No pases página, repásala.

Apréndete de memoria todo aquello que quieras olvidar. Lee entre líneas, a veces se necesita espacio. Pon el acento en todas las palabras que no sonaban bien. Tacha las cosas que se hayan quedado desfasadas, haz borrón y cuenta nuevas. Añade notas al pie que ojalá hubieran estado más a mano en una primera lectura. Pon buena cara al mal tiempo verbal. Subraya lo más importante, no sea que vaya para examen.

Y cuando te hayas cansado del libro, ponte a escribir otro.

Que no se te olvide el punto y final.

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