Lo difícil de verdad es decir “hasta pronto”. La
indefinición de ese “pronto” ha llegado a matar personas. Si sabes cuándo
ocurrirá algo puedes esperar, pero si no lo sabes con seguridad no te queda
otra que desesperar.
Mira a tu alrededor y pregúntate cuántas de las personas que
te rodean están esperando un “pronto”. Después, imagínate cómo serían sus vidas
sin ese aliciente. Lo único bueno que tiene el “pronto” es que acaba llegando,
aunque haya sufrido una inesperada transformación en “tarde”. Tenemos que aprender que echar de menos siempre implica que
después habrá algo más.
Despidámonos de las despedidas. Que las lágrimas sean de
felicidad, que el adjetivo “último” sea sustituido por “próximo”, que nos quede
lo mejor.
No hay nada más fácil en esta vida que convertir un punto y
final en un punto y coma.
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