A ver cómo te lo digo.
Algo falla en nuestra constitución. Pasé tanto
tiempo buscando el valor para declararte mi amor que ahora me siento un cobarde
declarando la independencia. Así lo ha decidido mi Parlamiento. No ha hecho
falta ningún referéndum, la opinión general lo veía venir. No ha hecho falta
tomar las armas, iba a doler igual. No eres tú, soy yo.
Nunca he sido demasiado posesivo, pero hace tiempo
que no eres mi país. Recuerdo cuando llegué a ti. Quería conocer hasta el
último de tus rincones. Recorrí toda tu superficie y participé en cada una de
tus tradiciones. Nuestros terrenos empezaron a ocupar el mismo espacio
geográfico. Lo confieso, me habría enfrentado a miles de ejércitos contigo por
bandera.
Pero aquello ahora es historia (no sé si en mayúscula
o en minúscula, pero, definitivamente, antigua). Contigo ya no
me siento como en casa. Ni me acuesto. Ni me levanto. Ahora soy un intruso que
hace que salten todas tus alarmas. Y las posturas que antes tanto nos gustaban se
han vuelto irreconciliables.
Nuestro problema empezó cuando dejamos de ponernos
límites. A los dos nos vendría bien tener fronteras que no deberíamos cruzar.
Llevamos mucho equipaje a cuestas y un control de aduanas nos vendría de lujo. Siempre
nos quedarán las compañías de bajo coste.
O quizá lo que falla es que no hablamos el mismo
idioma. Supongo que algo de variedad lingüística no está mal, pero muchas veces
me siento dialecto en vías de extinción. Y me quedan muchas cosas por contar.
Sólo veo una salida: cortar toda relación.
Diplomática, económica o amistosa. Romper nuestro país de dos. Volver a saber qué se siente al echar de menos.
Es la única manera de mejorar mi estado.
Y quién sabe si el tuyo.
¿Sobreviviré?
Depende.
Dependo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario