martes, 26 de agosto de 2014

En clave de sol

Esta historia lo tenía todo para no ser nada interesante.

Transcurre en un mundo gris y aburrido donde todo iba según lo previsto. Bastante parecido al nuestro. Un mundo habitado por personas con existencias aburridas y ordinarias. Totalmente parecido al nuestro. No era el típico mundo que un escritor elegiría como localización de su relato si tenía la más mínima expectativa de atraer a algún lector. Pero un día no salió el sol. Fue entonces cuando la cosa se puso interesante.

Aquel desamanecer afectó a toda la población mundial. Aun así, intentaremos quitarnos de encima las consecuencias en un solo párrafo, que esto es un relato breve. Miles de personas estuvieron cuarenta y ocho horas atrasando cinco minutos la alarma de su despertador. Como consecuencia, subió el paro. Varias parejas que se habían propuesto estar haciendo el amor hasta que saliera el sol se vieron superadas por la literalidad. Acabaron bien jodidos. Un licántropo se emocionó pensando que aquella noche no saldría la luna.

Pero claro que salió. Más llena que nunca. Aunque esta vez fuera de ansias de protagonismo. Por todos es sabido que a la luna le gusta eclipsar. Por eso, querido lector, es mi deber recordarte que el sol es la verdadera estrella de nuestra historia. Y a él no se le volvió a ver. Se había ido sin dejar astro.

El Presidente de la Nación Que Se Creía Superior A Las Demás reunió a los mejores astrónomos, físicos y químicos del planeta (tuvo mucho mérito, sobre todo si tenemos en cuenta que lo hizo a oscuras) y los envió en un cohete al espacio para que resolvieran la situación. Resultó ser un gasto bastante innecesario, porque lo que de verdad necesitaba el sol era un psicólogo. Suerte que uno de los científicos era argentino.

Ya que no está entre las intenciones de este autor el influenciar a sus lectores, ni mucho menos dárselo todo mascadito, hemos contactado con Darío Uriburu, licenciado en psicología por la Universidad de Buenos Aires, para que nos explique a qué conclusiones llegó tras las largas conversaciones que mantuvo con el sol. Adelante, doctor.

-No cabe duda de que el sol era un sujeto brillante. Su mayor defecto era que vivía obsesionado con que el mundo giraba alrededor suyo. No tardé mucho en detectar que sufría un grave caso de falta de atención. Nadie se la prestaba. De los millones de habitantes del planeta, ninguno era capaz de mirarle a la cara. Dábamos por hecho que estaba, pero nunca nos preocupábamos por cómo estaba. Su única preocupación era que alguien se preocupara por él… Al final, le subieron el sueldo y todo se arregló.

En fin, a veces sólo hace falta un empujón para que el sol vuelva a salir.

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