Un final suele tener poco de feliz, aparte de la
efe. Un final es tirarte de cabeza a una piscina que no sabes si va a estar llena.
Así que comerse una uva a cada paso que das hacia el trampolín puede parecer al menos curioso. (Que quede claro que siempre estamos hablando de un final y no de el final, que a veces los artículos son incluso más importantes que
los adjetivos).
El año nuevo es como una persona a la que conoces
por primera vez. Uno de esos (des)conocidos que te presenta alguien que se ha
vuelto importante para ti últimamente y con el que acabarás pasando mucho tiempo
quieras o no quieras. No sabes si te caerá bien, no sabes qué importancia
tendrá su presencia en tu vida y no sabes qué experiencias compartiréis. Aun
así, le aprietas la mano con fuerza y una gran sonrisa. Encantado de conocerte.
Pero creo que ninguno osaríamos describir a una
persona partiendo únicamente de ese momento. Y mucho menos utilizaríamos un adjetivo
tan atrevido como “feliz” con todas las alternativas que nos ofrece nuestro
léxico. Necesitaríamos más tiempo para dictaminar esa sentencia. Mejor nos
pones otra ronda, camarero.
Este 2014 recién estrenado parece una fecha tan
buena como cualquier otra para dejar de desearnos feliz año nuevo tan a la
ligera. Yo lo que os deseo de verdad es que consigáis poner vosotros mismos el
adjetivo “feliz” delante de este año nuevo. Que nadie os lo regale. Que no deis
nada por sentado.
Porque en una lengua con tantos adjetivos, cada
palabra cuenta.
Y hacer que este año cuente está en tus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario