Nos mentimos. Puede que cada día nos levantemos sinceramente
desnudos, pero siempre nos ponemos nuestras mejores trolas antes de salir a la
calle. Con mucho cuidado de que combinen. Y nos pasamos el día viendo cómo van
mentidos los demás. Encantados de desconocernos. El nudismo está tan mal visto.
Te mienten. La falsedad inunda las calles y llevamos tanto
tiempo pisando charcos que ya no miramos antes de bajar el bordillo. Llegar a
casa sin que la hipocresía nos salpique sería una misión imposible digna de Tom
Cruise. No nos queda otra que aprender a nadar. Y qué bien se nos da la
natación sincronizada. Medalla de oro. Que no se te olviden las gafas de buceo.
Y lo peor de todo, tú también te mientes. Te mientes
creyendo que tienes que mentir. La vida no es el telediario, nadie nos paga por distorsionar
la realidad. Tu verdad nunca lo será del todo si no te la acabas de creer. Así
que, ahora que vamos despacio, vamos a dejar de contar mentiras, ¡tra-la-rá!
Instaurar una pequeña nación de sinceridad en un mundo de
falsos puede parecer una utopía, pero a mí me parece la única manera de ser
honesto contigo mismo.
¿Verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario