martes, 3 de diciembre de 2013

Mi catástrofe favorita

Seguro que crees que tu agenda de contactos está llena de gente inofensiva, pero contiene al menos los números de dos o tres desastres naturales. Hay personas cuyo hobby es poner tu vida patas arriba. Cada vez que aparecen arrasan tu ciudad con sus olas de 500 metros de altura. Ya puedes comprarte el mejor salvavidas que encuentres, que el agua acabará llegándote al cuello. Y mientras estás intentando reconstruir los escombros de ayer, no puedes evitar que tu cabeza sólo programe reposiciones de un mismo pensamiento.

Es culpa tuya. 

Tú eres el que cada vez que los meteorólogos anuncian que viene tormenta dices que sólo caerán unas chispas aunque los cabrones siempre acierten. Tú eres al que le da igual el número de heridos porque siempre habrá un hospital cerca. Tú eres el que no piensa comprar un búnker ni aunque esté de oferta. Tú eres el que desea secretamente que las leyes de la física se equivoquen y el rayo pueda volver a caer en el mismo sitio. Llámalo paradoja, incoherencia o contradicción. Yo utilizo otro sinónimo, yo lo llamo amistad.

La verdadera amistad es un meteorito extinguiendo todos tus principios de golpe. Dos placas tectónicas que chocan y liberan toda su energía acumulada. Un huracán que no sabes si te llevará a la tierra de Oz, pero que seguro que no te deja en Kansas. La sequía de tus condiciones climatológicas habituales. Una tormenta de arena que te dificulta la visibilidad. Un volcán dormido con mal despertar. Un río que te desborda. 

Lo admito, son unas definiciones desastrosas.

Busca a esa persona cuya presencia en tu vida sea una catástrofe, pero también sea natural. Sólo entonces habrás encontrado tu propia definición de amistad. 

Suerte explicándolo científicamente.

No hay comentarios: