Estoy muerto. Completamente agotado. El cansancio
impregna cada centímetro de mi cuerpo y me impide moverme. Soy incapaz de
levantarme de la cama. Incluso de abrir los ojos. Esta noche debo haber bebido
mucho. Demasiado. De lo único que soy capaz en este estado es de pensar.
Aprovecho para buscar en mi memoria, para escarbar entre mis recuerdos. Todo
para encontrar la respuesta a una simple pregunta: ¿Qué hice anoche? Pero mi
búsqueda no obtiene ningún resultado. No me acuerdo de nada.
Logro abrir los ojos, viéndome obligado a cerrarlos
al instante. Los rayos del sol que entran por la ventana resultan tremendamente
molestos. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, consigo levantarme de la cama y
bajar la persiana.
Mis ojos se adaptan rápidamente a la oscuridad y me
permiten ir hasta el baño. Enciendo la luz y me llevo una gran sorpresa. No me
veo en mi reflejo. Parezco otra persona. Estoy totalmente pálido.
Un momento, ¿qué es esto? Noto algo raro en mi
cuello. Una pequeña hinchazón morada. Solo puede ser un chupetón. Así que
anoche ligué. Parece que fue una juerga memorable... aunque no recuerde nada.
Mejor me vuelvo a la cama y duermo el resto del día. Soy un animal nocturno.
Dentro de unas horas tendré que estar totalmente recuperado para volver a salir.
Cuando el sol se pone, mis ojos se abren casi
automáticamente. Ya se me ha pasado la resaca, ahora vuelve la sed. Tengo que
calmarla antes de que se vuelva insoportable. Me afeito, me ducho y me visto.
Ya estoy listo. Voy volando a la discoteca más cercana, lo más rápido que
puedo. Tengo que llegar, no puedo tardar mucho más.
Voy directo a la barra. Le pido al camarero lo de
siempre. Muchas rondas después, la sed aún sigue ahí, haciéndose cada vez
mayor. La chica del vestido rojo no deja de mirarme mientras baila. Desde luego
ese vestido deja poco para la imaginación. Es perfecta. Voy a ir a por ella, va a ser mi víctima de
esta noche. Sabe que la miro, me está sonriendo. Me meto en la pista de baile.
Bailamos durante horas. La noche a su lado se pasa
rápidamente. Mis ganas de beber comienzan a ser molestas, pero ella casi me
hace olvidarme de ellas. Acerca sus labios a mi oreja y me dice que se va a su
casa, que quiere descansar. Me ofrezco a acompañarla.
Cuando llegamos a su portal representamos una falsa despedida.
Ninguno de los dos quiere que el otro se vaya. Llega el momento perfecto, el
que he estado esperando desde que la he visto bailando. Su boca se acerca a mi
boca. El beso parece interminable. Pero acaba. Entonces yo bajo mis labios a su
cuello y le clavo mis colmillos. La sangre se desliza por mi garganta. La sed
desaparece.
1 comentario:
Eres jodidamente excitante.
Publicar un comentario