domingo, 10 de febrero de 2013

Después del antes

Nadie cuenta las horas que faltan para que todo aquello que esperaba ya se haya terminado. Nadie va tachando días con un rotulador rojo en su calendario, impaciente por rodear con un círculo rojo la fecha en la que no le aguarda nada más que el recuerdo de lo sucedido. Y estoy bastante seguro de que a nadie le gusta ese pensamiento inevitable de que el reloj tiene algún extraño defecto de fábrica que le hace contar como horas lo que para ti han sido segundos.

Pero el día después siempre llega.

Después de ese reencuentro tan esperado. Del último concierto de tu banda favorita, de la última película de tu actor favorito o del último engaño de tu mentiroso favorito. Del viaje que tardaste más en organizar que en disfrutar. De la fiesta del año, del mes o de la semana. De estar con ella. El después de qué lo pones tú.

Toca volver a reunirte con tu amiga Rutina, que en realidad no es amiga tuya sino de alguien muy cercano a ti, así que hay que aguantarla aunque ni siquiera te caiga bien. Toca seguir mirando al cielo, no nos vayamos todavía, que seguro que no era el último fuego artificial. Toca que inventen la máquina del tiempo de una puta vez.

No.

Toca darse cuenta de algo que te puede ayudar a sobrevivir.

El día después siempre acaba convirtiéndose en el día antes.

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