Vincent Crane era un niño raro. Bueno, puede que él
no se viera de ese modo, pero entre las personas de su entorno había cierto
consenso en que aquella era la mejor manera de definirlo. Cada uno tenemos
nuestra preposición favorita, y la suya era “contra”. Contracorriente. Contra
lo establecido. Contra las normas. Contra todos.
Su libro de cabecera era el diccionario de sinónimos
y antónimos. Cuando todos hablaban sin parar, él callaba por los codos. Cuando
alguien perdía los papeles, él los encontraba. Cuando alguien no se encontraba
bien, él lo buscaba. Cuando tú vas, el viene de allí. Todo por ir a la contra.
Por tanto, no debería sorprender al lector que, al descubrir que otros niños
tenían amigos invisibles, él decidiera crearse su propio enemigo invisible.
No malgastó demasiado tiempo creándolo. Le otorgó un
aspecto temible, le puso el nombre de Antiyo y al séptimo día descansó. Dedicó
muchas más horas a diseñar sus acciones. Cada día, Antiyo le criticaba de pies
a cabeza, atentaba contra su orden establecido y le ponía constantes obstáculos
en su carrera hacia la felicidad. Aquello lo hirió de espanto. Lo preparó para
lo peor. Los demás dejaron de importarle. Y puede que aquellas dificultades le
hicieran la vida más fácil. En un mundo de lobos con piel de lobo, ser nuestro
peor enemigo quizá sea lo mejor.
Quien tiene un amigo tiene un tesoro, pero quien
tiene un enemigo tiene el mapa.
[B.S.O. (Banda Sonora Obligada): Antiyo - Second]
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