viernes, 2 de mayo de 2014

Hay un enemigo en mí

Hay personas de las que no conoces ni el 20% de la superficie y otras a las que podrías darle la vuelta a su mundo en 80 días. Él era de las primeras. Y eso nunca está bien visto.

Vincent Crane era un niño raro. Bueno, puede que él no se viera de ese modo, pero entre las personas de su entorno había cierto consenso en que aquella era la mejor manera de definirlo. Cada uno tenemos nuestra preposición favorita, y la suya era “contra”. Contracorriente. Contra lo establecido. Contra las normas. Contra todos.

Su libro de cabecera era el diccionario de sinónimos y antónimos. Cuando todos hablaban sin parar, él callaba por los codos. Cuando alguien perdía los papeles, él los encontraba. Cuando alguien no se encontraba bien, él lo buscaba. Cuando tú vas, el viene de allí. Todo por ir a la contra. Por tanto, no debería sorprender al lector que, al descubrir que otros niños tenían amigos invisibles, él decidiera crearse su propio enemigo invisible.

No malgastó demasiado tiempo creándolo. Le otorgó un aspecto temible, le puso el nombre de Antiyo y al séptimo día descansó. Dedicó muchas más horas a diseñar sus acciones. Cada día, Antiyo le criticaba de pies a cabeza, atentaba contra su orden establecido y le ponía constantes obstáculos en su carrera hacia la felicidad. Aquello lo hirió de espanto. Lo preparó para lo peor. Los demás dejaron de importarle. Y puede que aquellas dificultades le hicieran la vida más fácil. En un mundo de lobos con piel de lobo, ser nuestro peor enemigo quizá sea lo mejor.

Quien tiene un amigo tiene un tesoro, pero quien tiene un enemigo tiene el mapa.

[B.S.O. (Banda Sonora Obligada): Antiyo - Second]

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