miércoles, 30 de octubre de 2013

Encuentros en la tercera frase

Cuidado si crees que nunca te has perdido, porque cualquiera puede preguntarte cómo te encuentras.

A priori, parece una pregunta asequible. La típica pregunta de ascensor que se baja en el primero. Los cimientos sobre los que construir una conversación intrascendente. El saludo de los médicos. Sí, definitivamente parece fácil. Parece una pregunta que realizamos impulsados por esa falta de respeto llamada cortesía y que, por tanto, no merece una respuesta muy elaborada. Pero tiene de inofensiva lo mismo que un brindis en una reunión de alcohólicos anónimos. Yo nunca sé por dónde empezar a buscarme.

Conozco el caso de un hombre que quería conocer la respuesta a todas las preguntas. Esta no iba a ser menos. Decidió encontrarse a sí mismo. Lo que lo diferenciaba de un idiota que acaba de leer un libro de autoayuda es que él decidió hacerlo con todas las consecuencias. 

No hubo ninguno de sus rincones que se librara de ser inspeccionado. Visitó todos sus sitios favoritos para intentar coincidir consigo mismo. Llegó incluso a mirar en el lugar donde se encuentran todos los objetos perdidos: donde había mirado la primera vez. Pero al final llevaba tanto tiempo buscando que ya no le importaba cómo se encontraba. Lo peor de buscarse a uno mismo es que, tarde o temprano, te acabas perdiendo.

Su detallado plan tenía un fallo. Cuando buscas algo tú solo, corres el riesgo de no encontrar a nadie. Es hora de tirar la toalla, porque alguien está deseando recogerla. 

Búscate en los demás. Puede que no sepas cómo te encuentras, pero de algo puedes estar seguro, nunca lo harás solo. Nunca lo harás sin la ayuda de otra persona. Así que estamos completamente equivocados. La pregunta que más nos debería importar es otra.

¿Cómo la encuentro?

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