jueves, 2 de junio de 2011

Defecto de fábrica

La mayor virtud de Abel Toscano era que vendía defectos. Fue ciertamente un pionero en este campo. Nadie había intentado poner en marcha este tipo de negocio con anterioridad, pero Abel sabía desde el principio que iba a funcionar.

Vivimos en un mundo en el que nuestros defectos nos definen. Las virtudes fueron productos estrella de otras temporadas a los que cada vez se les concede menos sitio en el escaparate. Será por tus defectos por lo que serás recordado. Así que, al menos, compra uno que te guste. Ven a nuestra tienda y elige entre nuestra amplia gama de defectos tu preferido. Podrás pagarlo a cómodos plazos. Y podrás devolverlo si no te gusta (durante los primeros quince días).

Sonaba a éxito. Y lo fue.

La demanda de defectos no hacía más que subir. Todos querían tener los mejores y más nuevos defectos de última generación. Y de hecho, todos pagaron por ellos. Todos acabaron con los mismos defectos de fábrica, sin nada que los hiciera especiales. En esta sociedad defectuosa, las virtudes volvieron a cobrar la importancia que siempre deberían haber tenido. Eran fáciles de conseguir en el mercado negro, más exclusivas y se podían personalizar. El valor de los defectos cayó en picado, se convirtieron en un producto obsoleto que tuvo que ser retirado del mercado.

Y la mayor virtud de Abel Toscano se convirtió en su mayor defecto.

1 comentario:

Sin nombre dijo...

:O ¡Vendo mis defectos! ¿Cómo se instalaban? ¿Con USB? Estaría guapísimo que existiera el tráfico de defectos y virtudes..