martes, 7 de septiembre de 2010

Escucha con mucha atención

No tengo nada que decirte.

Tengo que decírtelo todo.

Cuando estoy cerca de ti siento el impulso irrefrenable de contarte hasta el más intrascendente detalle de mi existencia, hasta el más insignificante de mis pensamientos. Las palabras se agolpan en mi boca, deseosas de ser pronunciadas por mis labios cuánto antes. Yo las dejo salir sin preocuparme de que tal vez no tengan el más mínimo interés para ti.

Escuchas tan bien.

A veces, en el silencio que me rodea cuando te vas, me atormenta la posibilidad de que tal vez tuvieras algo importante que decirme que ha quedado sepultado bajo mi avalancha oral. De que si hubiera podido detener el torrente de palabras que expulsaba mi boca por un momento, tú habrías sido quien habría narrado su vida con todo tipo de detalles.

Pero seamos sinceros, lo tuyo es callar.

Lo sé porque llevo mucho tiempo escuchando tu silencio.

1 comentario:

Mario Pina dijo...

A mí me ha pasado también. Una verborrea nerviosa, una huida salvaje del silencio íntimo. Afortunadamente, las chicas que merecen la pena saben leer entre líneas a los chicos que nos esforzamos en introducir párrafos a granel.

O igual te has enamorado de tu psicoanalista.

Cuídate.