martes, 4 de agosto de 2009

Lo que el viento les dejó

La localidad de Nimagia recibió la visita de un devastador tornado. Las carreteras se agrietaron. Los edificios se derrumbaron. La ciudad quedó reducida a escombros. El caos y la destrucción, aunque solo estuvieran de paso, querían ser recordados.

Tras la devastación, una única estructura quedó en pie. La biblioteca municipal se mantenía intacta, el tornado no había tenido ningún efecto sobre ella. Allí se refugiaron todos los supervivientes de la catástrofe.

El bibliotecario sabía lo que los refugiados pensaban. La opinión general era demasiado grande como para esconderse en murmullos. No podía haberse salvado el hospital, donde podrían curar a los heridos. Ni un supermercado en el que abastecerse de todo tipo de productos. Cualquier otro edificio habría sido más útil que aquella vieja biblioteca en la que pocos habían entrado antes del tornado. El bibliotecario les comprendía pero, aun así, estaba totalmente convencido de que la biblioteca era el mejor refugio posible. Y de que ellos acabarían por darse cuenta.

Varios días más tarde, el carnicero cogió uno de los libros que cogían polvo en las estanterías de la biblioteca guiado únicamente por el aburrimiento. No se dedicó a otra cosa en todo el día que a la lectura de aquel volumen. Y cuando acabó el último capítulo tuvo la necesidad de coger otro de la estantería. Su mujer tambien empezó a leer guiada únicamente por la curiosidad. Curiosidad que, muy pronto, fue extendida al resto de los supervivientes. Hasta que llegó el equipo de rescate no se dedicaron a nada más que la lectura.

Cuando se alejaban de las ruinas de Nimagia, por fin fueron realmente conscientes de lo que dejaban atrás. Aquellas páginas les habían hecho evadirse del desastre en el que se había convertido su vida. Se habían convertido en el hogar que el tornado les había arrebatado. Les habían ayudado a mantenerse con vida. Palabras escritas en un papel eran las que verdaderamente les habían salvado. Entonces, sólo entonces, comprendieron el inmenso valor de lo que el viento les había dejado.

El bibliotecario no podía parar de llorar.

1 comentario:

David dijo...

¡¡Me encanta esta historia!! Es corta, pero bonita. Me pregunto si hará falta un tornado de estos para que la gente empiece a leer más xD